viernes, 25 de septiembre de 2009

Black is beatiful

Lo ha dicho Silvia Grijalba y no le falta razón. En su artículo Yo también he sido gótica y gorda (y adolescente) expone una verdad como un pino, a saber, que es que las hijas de Zapatero, oh conmoción, no son muñecas Barbie de tardes en Joy Eslava (¿existe aún Joy Eslava, pregunto desde el País Hermano?) y boda en El Escorial, sino crías de verdad.

Porque sí, amigos, yo también he sido gótica y gorda y adolescente, aunque no espacios de tiempo coincidentes, ya que a mí lo del gotiquerío me llegó tarde, entrada en la veintena y se me pasó en cuanto se murió mi padre y me di cuenta que la muerte tiene poco de poético y mucho de mierda. El caso es que esta mañana, como todo el país, me he desayunado con las foticos de la visita a los Obama. Y he pensado que si yo hubiera intentado hacer algo semejante -no sé me ocurre el qué, ¿visitar a mis tíos? ¿presentarme así en un festival del cole?- las presiones que mi entorno hubiera ejercido para que capitulara y adoptara un atuendo más ad hoc hubieran sido de aúpa. Y eso que en mi casa no había asesores de imagen ni jefes de protocolo. Pero ellas han dicho no, yo me visto así y eso es lo que hay.

No sé ni qué edades tienen estas chicas, pero por sus tamaños deduzco que están en la época chunga-chunga de los años escolares. Aquella en que mientras tú te quieres leer tus novelas de ciencia ficción y tus mangas, jugar a tus juegos de rol, escribir tu poesía y escuchar a los Joy Division, las zorroides barbiguapas se reirán de ti porque tú te empeñas en no hacer faltas de ortografía, no saltas el plinto y te interesa más Jane Austen que los Jonas Brothers. Y se quedarán con el acnéico por el que suspires en ese momento. Aún no sabes que dentro de diez, quince años, su ortografía no habrá mejorado y sus aspiraciones vitales seguirán más o menos igual, hijo aquí, hipoteca allá.

Y puede que las tuyas tampoco hayan variado, pero tú, al menos, aunque ahora vistas de colorines, podrás mirar atrás y decir que tu padre te llevó a la Casa Blanca a pesar del pintón que gastabas entonces. Yo no sé si a estas niñas hoy les han fastidiado el día con todos los comentarios crueles que corrían por internet, y la vida entera al perderse su privacidad. Sólo digo que espero que las cosas les vayan bien, que ahora sé, y ojalá hubiera sabido entonces, que la adolescencia por suerte sólo se pasa una vez, y que es demasiado corta para ir haciendo concesiones. Sobran oportunidades durante el resto de la vida.

viernes, 18 de septiembre de 2009

A la que salta

Desde que perdí el trabajo amigos y conocidos se han volcado en ayudarme a encontrar uno nuevo, y están repartiendo mi currículum por todas partes con un afán encomiable. El otro día, una amiga me ofreció mandarlo a un grupo de mujeres emprendedoras del que forma parte, y una de ellas no tardó ni cinco minutos en responderme. Su mensaje fue éste, que os transcribo convenientemente editado y redactado para evitarme marrones legales (en rojo, podéis leer mis comentarios):

Hola MariCalpi,

Soy socia-asesora de XXXXXX, un proyecto desde el que ofrecemos acompañamiento en el Desarrollo Profesional, apoyando la gestión de carrera y búsqueda de nuevas opciones de futuro. (¿"Desarrollo Profesional"? ¿Y esas mayúsculas arbitrarias? Mi plantilla del blog también las pone y las DE-TES-TO)

Estamos especialmente orientados a ejecutivos y directivos (Tú no te has mirado mi currículum, ¿verdad? Soy periodista de a pie, y no he tenido nunca en la vida un cargo directivo.), a los que nuestro Programa de Transición Profesional facilita la definición del Objetivo Profesional (de eso ya gasto: encontrar trabajo otra vez), a través de una metodología específica. De este modo, conseguimos el máximo encaje, no sólo con la experiencia anterior, sino también con las motivaciones y las competencias del usuario (pero ¿me encontraréis un empleo, o no? Nótese además que hay un error de concordancia como la copa de un pino: ¿entre qué o quién es el encaje?).

Tras un proceso inicial de Reflexión (lo que yo conozco como "paro", sin mayúsculas), concretamos el Perfil Objetivo (vamos, el maldito currículum) y definimos la estrategia de comunicación adecuada para alcanzarlo. Ofrecemos también apoyo para la campaña de búsqueda -networking (ah, la típica palabreja en inglés que parece que impresiona pero que sólo significa "contactos". Conozco a un porrón de gente de la profesión y solemos quedar para tomar copas y quejarnos de lo mal que está el patio.), comunicación (de eso sé algo: llevo quince años trabajando en el tema, como sabrías tú también si hubieras leído el, repite conmigo, CURRÍCULUM) y entrevistas-, a través de nuestra amplia red de contactos con especial incidencia en el ámbito geográfico de XXXXXX.

Nuestra primera sesión es gratuita y sin ningún tipo de compromiso, anímate a visitarnos y tener una entrevista conmigo. ¡Espero su llamada! (¡Claaaaro, el viejo método del marketing del camello!: la primera dosis es gratis. Segundo error de concordancia, primero me tutea en "anímate" y luego pasa al usted con "su llamada").

Al final está el típico "disclaimer" de que el mensaje es ultramegasúperconfidencial y que se autodestruirá en cinco minutos causándome dolor y picores en las partes pudendas si lo divulgo, algo que en el caso de un spam me parece que es de un morro considerable y vagamente ilegal.

Dicho lo cual, entiendo que cada cual se gana el pan como puede y que la señora que me mandó la carta tiene como obligación estar a la que salta con los posibles clientes. Y probablemente su servicio sea una buena idea para personas que llevan mil años en la misma empresa y que jamás han tenido una entrevista de trabajo ni se han redactado, ejem, ejem, un currículum en condiciones. Mirando la web de la compañía aparecen varios casos de éxito y no tengo por qué dudar de su veracidad. Lo que me molesta sobremanera son dos cosas:

a) que alguien que figura que te enseña a "venderte" no sepa que la primera lección es personalizar tu oferta a tu objetivo. Jamás de los jamases hay que mandar una carta modelo, sino que debes adaptarla a las características concretas del caso...

b) que mirando la carta y la web quede claro que en muchos casos impulsan a sus clientes a establecerse como freelances o emprendedores. Una opción que, en periodismo, uno nace sabiendo que acabará por tomar en algún momento de su carrera profesional, más que nada porque ese mercado laboral que afirman conocer tanto lleva inexorablemente a ello por culpa del cierre de medios, la revolución digital, la maldita crisis...

En fin, que seguiré buscando. Por mi cuenta.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Mujeres como mi madre

Anuncio de Línea directa (poco más o menos): "Meter a una abuela con falda en un coche se convierte en una especie de Tetris".

Anuncio de Gas natural: "Mamá (dirigiéndose a una señora mayor como si fuera idiota) no hace falta que ventiles la casa todo el día, se pierde calor".

Ayer mi madre cumplió 75 años. Y hoy, como cada día, me sigue sorprendiendo el odio que gastan los publicistas con las mujeres mayores. Podríamos pensar en motivos sociológicos: Las ancianas no son exactamente el consumidor más pastoso del universo, y en muchos hogares no toman las decisiones de compra y consumo. Pero a mí me huele a machismo y autocomplacencia.

Que a estas alturas sea un tropo común en los anuncios que una suegra se caracterice por meterse en la vida del yerno, que la abuela sea una desinformada o que, directamente, no aparezcan si no es en los anuncios de crema antiarrugas -en versión Jane Fonda, estrictamente- quizá no sea motivo de sorpresa. Cada empresa es libre de vender sus productos como mejor les parezca y a enfocar su márketing al consumidor que les parezca más oportuno. Dicho lo cual, yo también soy libre de gastarme el dinero donde me plazca, y a partir de ahora declaro mi objección monetaria a las empresas palurdas que piensan que conseguirán mi complicidad denostando a un colectivo que ha levantado este país.

Mi madre cumplió ayer 75 años. Es de la misma semana que Sofia Loren y Brigitte Bardot. De jovenzuela, gastaba un aire a la italiana, y hoy tiene una piel y un sentido del humor, una mirada de inteligencia, que espero alcanzar algún día. Ha criado a cuatro hijos y varios nietos. Se metió a empresaria con más de cincuenta años. Ha conseguido, con su esfuerzo y su trabajo, tirando de carros y carretas y sin que nadie le regalara nada, crearse una cultura y una vida confortable. Con un marido que era fundamentalmente un hombre bueno, pero con el que a veces, como solía pasar con los hombres buenos de su época, también tocaba lidiar. Y sin perder el carácter, la bondad ni el sentido común. Y todo esto cuando las cartas que le dieron al nacer no eran ni mucho menos de repoker. Como ella, tantas otras mujeres mayores, ésas que la publicidad menosprecia o ignora, han luchado para que sus descendientes tengamos una mano mejor. Qué menos que exigir que se las respete.

martes, 15 de septiembre de 2009

Loca por los locos

Sospecho que a los que os bajáis series en plan hardcore (hardcore la bajada; no las series), este post os parecerá totalmente pasado de moda e irrelevante, pero si tengo un blog es para explayarme sobre cosas que me interesan. Si escribes sobre lo que NO te interesa se llama "periodismo".

Cuando trabajaba -es decir, hace apenas una semana- nunca quise engancharme a tantas y tantas series de moda para no quedarme hasta las quinientas pendiente de descargar el capítulo más reciente (mi conexión a internet merece un post aparte).

La verdad es que me abrumaban algunos compañeros de trabajo que se pulían los capítulos de Deadwood, The Wire, Little Britain, My name is Earl, Weeds o lo que fuera con la misma facilidad con la que yo me casco los gin tonics. Siempre había una serie nueva. Y sí, con algunas (Lost, El Ala Oeste) caí de bruces. Con otras (Los Soprano, A dos metros bajo tierra) tuve escarceos, abortados por la falta de continuidad de mis "dealers" de capítulos. Y en algún que otro caso (Heroes) me llevé un desengaño de proporciones exísticas, al llegar al final de la temporada y darme cuenta de que había estado haciendo el tonto durante trece capítulos, trece horas de mi vida que ya no iban a volver nunca.

Pero.... siempre hay un "pero". Resulta que al ladito de mi casa está el videoclús más maravilloso de las galaxias conocidas (y en particular de Barcelona). Y que tienen un montón de series. Y que la semana pasada, coincidiendo con mi salto al abismo INEM, les trajeron la segunda temporada de Mad men. Y que yo quería ver esta serie hace un montón. Y que soy una friki de cierta cultura yanqui (yo juro sobre el New Yorker, y no sobre el Corán). Y que me habían dicho que no era nada políticamente correcta.

Dicho y hecho. He arrasado. Para los que no sepan nada al respecto: Está ambientada en una ficticia agencia de publicidad de Manhattan, Sterling Cooper, a principios de los años sesenta.Los ejecutivos son un montón de tíos de clase media puteros, y con frustradas aspiraciones artísticas (literarias, mayormente) que vuelcan en su trabajo. Luego está el resto del mundo: las mujeres, los negros, los judíos, los niños... El universo desde la perspectiva macho alfa, pero con dinero y algo de cultura. Sacad a los personajes de John Cheever de sus salones, sus trenes de enlace y sus piscinas, y sabréis a qué me refiero.

El prota de este sarao es Don Draper, macho dominante entre los machos dominantes, creativo de gran empatía y marido de muchos secretos, además de guapetón rematado (es política de este blog glosar el físico de los señores guapos cuando la autora lo considere conveniente). El bueno de Don parece que lo tiene todo: una mujer que se parece a Grace Kelly, dos niños sacados de un dibujo de Norman Rockwell, un trabajo bien pagado, una amante beatnik. Pero no tiene identidad. O no la que él dice.

A su alrededor orbita una pléyade de personajes vivos y tridimensionales, a menudo odiosos o desconcertantes. Está Peggy, la inteligente pero ingenua secretaria de Draper, que aspira a mucho más que teclear en una máquina de escribir eléctrica y a veces parece conformarse con mucho menos. Está Joan Holloway, la estilosa jefa de secretarias resignada a su papel de sexywoman. Está Roger Sterling, el dueño de la agencia, un Don Draper más viejo y menos torturado. Está Paul, un niño pijo que quiere ascender, y que no entiende por qué no cae bien a nadie. Y muchos otros personajes, que pueblan este entorno algo opresivo, ya a punto de entrar en la era Kennedy, recreada hasta el detalle más ínfimo. Mi madre y mis tías siempre han dicho que algunas películas valen la pena por la ambientación (normalmente se refieren a productos tipo James Ivory) y éste podría ser un buen ejemplo.

Sin embargo, Mad men no es sólo su magnífica, deslumbrante recreación. Es también una serie en la que a veces parece que no pase nada, en la que los personajes viven unas soledades desoladoras, aunque nunca o casi nunca los vemos sin compañía. El hombre como lobo para el hombre. Don Draper es un chungo, pero es un chungo producto de su época, con su cosas buenas y sus debilidades. Su trabajo, de un sofismo exquisito, consiste en reducir las emociones a eslóganes que convenzan. Su vida es como la nuestra, una lucha entre el conformismo y el deseo de algo más, de ese algo más que se intuye que hay (o que había y has dejado pasar) cuando los días de tu juventud se van tornando en los de la mediana edad. Desde la pantalla nos interpela como parafraseando a Baudelaire- Hipócrita espectador -mi prójimo- mi hermano.

viernes, 11 de septiembre de 2009

De camino al INEM me encontré un blog

Desmintámoslo desde el principio para que luego no haya quejas: Servidora no es una pin-up, pero sí una ávida lectora. Y me acabo de quedar en paro, con lo que ahora mismo necesito reinventarme. Primer paso, crear un blog. Ya tengo uno, de gastronomía y en lo que mi amiga Be llama Lengua de Mordor pero yo conozco como catalán. Y un par más, abandonados, sobre temas varios. Pero nunca hasta hoy había blogueado en mesetario, y no sé por qué, pese a que mi familia es totalmente bilingüe. En vista de que se avecinan largas y plácidas horas de asueto, me dedicaré pues a otro de mis vicios, el de la escritura, y espero contaros desde estas páginas lo que veo, pienso, leo, y siento. O sea, otro blog personal. ¿Era necesario? No. ¿Es inevitable? Sí.
Abróchense los cinturones.