viernes, 23 de septiembre de 2011

"Lucha de clases" y "estado del bienestar", palabras malsonantes

Mi madre lleva casi un año en lista de espera para operarse la rodilla. Ya está tan mal, que ha decidido pedir presupuesto para que se lo hagan en la privada. Convergencia dijo que el recorte no se notaría en los usuarios, pero es mentira, y ya no lo digo por ella sinó por toda esa gente que vive en pueblos y que tiene que desplazarse a 20 Km en el caso de una urgencia nocturna. Esa misma Convergencia rechaza el impuesto del patrimonio, como rechazó el de sucesiones, como pactará con el PP.
Gracias al marketing y el storytelling de Pujol, que aún perdura, la gente cree que el núcleo central de CIU es el nacionalismo, cuando en realidad es la derecha.Ésa misma que ahora pide un tímido aumento de los impuestos a los ricos (la base económica del país se fundamente en las clases bajas, y, sobre todo, las empobrecidas clases medias). Lassez faire, lassez passaire a toda costa, ayudar al empresario -al gran empresario, no a la PYME- los mercados no se equivocan nunca, el mercado se regula a sí mismo.

No ayuda que el movimiento del 15M sea tan antisistema como lo es el más feroz de los discípulos de Adam Smith. Todos ellos han dejado de creer en el contrato social, en esa norma común en la que todo el mundo acuerda joderse un poco para no joder particularmente a nadie. Pero no. De un lado y del otro sale la voz radical de la parte del individualismo. Las normas aprobadas por mayorías nos han dado grandes dolores en esta vida: el nazismo -salido de las urnas-, la pena de muerte que aún se mantiene en algunos países, las naciones sin autodeterminación. Pero también el estado del bienestar, la legislación laboral (que impide cosas antaño vistas como normales, como el trabajo infantil, la discriminicación por razón de sexo, raza u orientación sexual) e infinidad de libertades civiles. No me hace feliz que el voto del espectador medio de Sálvame valga tanto como el mío, pero se me hace peor esta falsa ética de la meritocracia inhumana que cada vez nos divide más entre ricos y pobres. Soluciones: El entrismo. Meterse en los partidos políticos para cambiarlos desde dentro. Las asociaciones de consumidores verdaderamente informadas, como Slow Food. Y el testimonio personal de cada uno: cada vez que una persona se muestra feminista o antiracista y se ríen por ello, ponemos una piedra del cambio.

Esto no nos conducirá a un relativismo moral. No todo vale en nombre del respeto. Y es cierto que las preguntas que esto plantea son difíciles: ¿intervenir o no en un régimen pacífico o autoritario? ¿negarse a hacer negocio con grandes potencias como China o Estados Unidos que toleran sistemáticamente la pena de muerte?. Las reglas del juego están claras: estado laico y democrático, e igualiatario. Cada derecho que se recorta, aunque no lo ejerzamos, nos empobrece a todos.

Yo creo en el cambio gradual, y concertado a través del estado que hemos creado durante varias generaciones. Démosle los medios para funcionar, aunque sea por economía de escala. Tasemos a quién más tiene, ya que a partir de cierto nivel de renta no es posible afirmar que uno no vive a costa de la precariedad ajena. No dejemos que se privatice lo que es de todos. Del funcionario más inepto nunca se podrá decir que actúe por codicia. Y me meto también con el debate identitario. Sí, es cierto que se ningunean sentimientos legítimos de cultura y sociedad, que pese a lo que pudiera padecer. aún siguen estigmatizados. Pero lo es más aún que mientras haya ricos y pobres, esto es una cuestión secundaria. Mientras dos partidos -con ayuda de un par más- puedan convencer a medio país que es todo lo que hay, todas las opciones que existen, nunca llegaremos a ningún lado. El futuro pasa por votantes informados e implicados. Pero ah, amigos del 15M, el pueblo ha abdicado y va a lo fácil, abstenerse o votar a PP o PSOE. Y así, luego nadie opera a mi madre, porque el estado no está para eso. Que un día me aclaren para qué está.