Ziggymutter es periodista freelance desde hace mucho años. Altamente competente, comprometida. Lo mismo escribe sobre amores adolescentes que te hace un reportaje de investigación sobre las mafias de la madera. Un día, Ziggymutter se encuentra con un Fulano, promotor cultural para más señas, que corta el bacalao en determinado tipo de eventos populares que se hacen en Barcelona. Quiere que ella le prepare los contenidos de su web, le redacte publireportajes, le monte un vídeo y un catálogo. Ella acepta, y dedica largas horas a aguantar las neuras de Fulano. El tío la agobia a cada momento con llamadas intempestivas, le cambia las fechas de entrega cuando le apetece, la marea lo que no está escrito contándole su propia vida y milagros. Ziggymutter es una profesional, y le echa toda la carne al asador. Entrega a tiempo, aguanta los caprichos de Fulano. Finalmente, le manda las facturas, y Fulano, que antes no la dejaba en paz ni a sol ni a sombra, desaparece del mapa. Cuando ella consigue contactar por teléfono -llamando a través del número de sus amigas- él la insulta y la amenaza con denunciarla por acoso.
Laotra también es periodista, pero ha trabajado muchos años en una empresa de contenidos culturales. Hace poco la firma redujo plantilla, y a ella le tocó. Su jefe, al que llamaremos Cacique, le ofreció seguir colaborando con ellos como freelance. Tuvo suerte, a otros despedidos les ofreció lo mismo pero a cambio de renunciar a la indemnización. El caso es que Laotra aceptó, en vista de cómo está el patio, y fue entregando religiosamente cuantos encargos se le hacían. Ahora Cacique no paga. No es urgente. Al fin y al cabo Laotra puede ir viviendo de esa indemnización a la que egoístamente no quiso renunciar. Ah, y cuidado con rechistar, que se cierra el grifo de las colaboraciones.
Hoy el Ministerio de Cultura se rasga las vestiduras por los derechos de la propiedad intelectual, pero no se cuestiona cuántos periodistas están trabajando en condiciones peores que las de un cortijo del siglo XIX. Los dos ejemplos que he puesto son de medios pequeños que pagan mal o tarde, pero como éstos los hay de muchos profesionales que trabajan en prensa de todo tipo y tamaño en unos términos absolutamente precarios, tanto en lo que se refiere a los sueldos como a recursos. Porque hay periódicos de alcance nacional que pagan 20€ por cada rueda de prensa que les cubre un becario. A los periodistas no les están quitando el pan los medios digitales, sino empresarios como Fulano o Cacique, que siguen contando con sueldos de aúpa, y cuyo modelo de negocio sólo puede funcionar a base de trampas, fullerías, y de gastarse los presupuestos en dárselas de emprendedores, puliéndoselo en proyectos desquiciados y malgastando en cenas de empresa, cochazos de alquiler y vicios innombrables. No en invertir en calidad, investigación, o simplemente, en que los autores cobren justa y puntualmente.
¿Quién defiende la propiedad intelectual de aquéllos que pueden elaborar contenidos rigurosos y/o amenos para radio, tele o periódicos? ¿Quién es el hipócrita que afirma proteger los derechos de un autor simplemente porque le da las migajas de su negocio a cambio de que escriba para él? Y luego serán los primeros en quejarse de que la gente no quiere pagar por la cultura.
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